el trabajo
El jefe
Cada día tengo que tener más cuidado con la ropa que me pongo. Como saben, no suelo llevar ni bragas, ni sujetador, aunque si llevo mini ( que casi siempre la llevo) algunas veces me pongo un tanga. Pues bien, desde casi el primer día que empecé a trabajar aquí, cuando llego por las mañanas, mi jefe está esperando en la puerta y mientras subo las escaleras para la oficina, él se queda debajo para ver mi sexo. Al principio, me excitaba y antes de llegar a mi despacho tenía que ir al baño para hacerme un dedo, pero un día cuando estaba llegando al éxtasis, apareció él en el baño y esa fue mi perdición. Se quedó petrificado y a mí me corto todo el orgasmo. Se fue corriendo a su despacho y no se dirigió a mí durante todo el día, hasta un poco antes de que llegase mi hora de salida, que me llamó a su despacho.
- “Daniela, ¿estabas haciendo lo que yo creo que estabas haciendo en el baño? – Me preguntó, con voz muy seria.
- “ ¿El qué señor Fernández?” Dije yo haciéndome la tonta.
- “ Llevas tres meses trabajando aquí y me he dado cuenta que no llevas ni bragas ni sujetador ni un sólo día, encima vas con unas mini faldas que parecen cinturones y con unos escotes que se te ven hasta los pezones. Siempre me has parecido una puta, pero hoy ya lo he confirmado, viendo lo que haces casi todos los días por las mañanas antes de ir a tu despacho”.
Me dijo, con un tono de voz cada vez más fuerte.
- “ pero señor Fernández, yo no molesto a nadie” Le dije, sin saber lo que decía. Me había delatado yo sola, pero es que tenía una sensación extraña.
Era su forma de decirme las cosas, ese aire de superioridad y mi todo sumiso. En vez de estar temblando de miedo, me estaba excitando.
- “ O sea que reconoces que te estabas masturbando” Me chilló. Pero de repente cambió su discurso con un tono más arrogante. “eres una zorro, eh? Esto es para despedirte ahora mismo, pero me imagino que necesitarás el trabajo ¿verdad?”. Por supuesto que necesitaba el trabajo, si no cómo iba a pagar el alquiler del piso y de qué iba a comer.
- “ Sabe usted que sí”. Respondí yo, con voz de niña buena.
- “ Muy bien, pues si necesitas el trabajo y te gusta ser zorra, a partir de ahora serás MI zorra. A partir de ahora mismo, todos los días entrarás en mi despacho y te masturbaras encima de mi mesa, y luego harás lo que yo te diga”.
No me lo podía creer. “ pero señor Fernández....” Pero me interrumpió de un grito y me dijo:
- “ Nada de señor Fernández y vamos empieza”.
La excitación que tenía en ese momento no me dejaba dudas de que tenía que hacerlo, además la forma de cortarme y mandarme que lo hiciera me excitó aún más. Así que me senté en su mesa, enfrente de él y abrí las piernas, dejando todo mi sexo delante de sus narices. Empecé lentamente, acariciándome los pechos, por encima de mi fina blusa, lo que hizo que mis pezones se pusieran duros como piedras, resaltando por la blusa. Bajé una mano a mi chocho y lo acaricié suavemente, mientras hacía círculos con mi cabeza. De vez en cuando miraba al baboso de mi jefe y me veía que estaba totalmente excitado, no sabía donde mirarme, el coño, las tetas, el cuello, que asco de tío. Yo seguía con mi trabajito, me quité la blusa y me pellizcaba los pezones, arqueando mi espalda y acercándoselos a él.
- “Muy bien puta, sigue así, vamos, pellízcatelos fuerte” Me decía el cabrón, manoseándose el paquete.
- “¿Le gusta así señor Fernández? ¿No me va a despedir verdad?” Le decía yo, con la voz entrecortada.
Me tumbé por completo en la mesa y me dejé la falda como un cinturón ancho. Ahora ya tenía todo mi cuerpo desnudo al aire y a la vista de ese cabrón, que no pudo aguantar y ya se había sacado su verga y se estaba masturbando. Tenía una verga bastante grande y sobre todo gorda, estaba tan cachonda que ya me la imaginaba rompiéndome el coño. Bien abierta de piernas empecé pellizcándome los muslos y acariciándome fuerte las ingles. Estaba muy excitada, cada vez que uno de mis dedos rozaba los labios de mi sexo, se me escapaba un fuerte gemido. Ya no podía más, sentía que de un momento a otro iba a llegarme el orgasmo, así que empecé a pellizcarme el clítoris con una mano y a meterme ¡ tres dedos! de la otra. Mi coño estaba super lubricado y húmedo, no me valía con tres dedos, así que agarré el teléfono de mi jefe y me lo clavé en mi sexo. Mi jefe al ver eso no pudo aguantar, se levantó, se puso de rodillas en la mesa y me enchufó toda la leche en el pelo, la cara y el pecho. Sentir cada ráfaga de esperma golpear mi cuerpo hizo que yo también tuviese un fuerte orgasmo. Subí una mano para extenderme toda la leche por mis pezones, mientras con la otra sacaba y metía todo lo que podía el teléfono del cabrón de mi jefe y chillaba jadeaba y chillaba como una zorra en celo. Cuando se me pasó, me quedé tumbada y con los ojos cerrados, no sabía que hacer, ni me atrevía a mover un pelo de húmedo y sucio cuerpo. Hasta que hoy un fuerte grito:
- “ ¿Crees que ya has terminado? Vamos levántate y límpiame el rabo, puta”.
Dios mío, en una situación normal, hubiese querido morirme, pero después de haber visto el pene de mi jefe y la leche que soltó, estaba deseosa por metérmelo en la boca y poder tragarme toda una corrida como la que me echó encima.
Muy sumisa, obedecí y me tragué toda la tranca. Aproveché que todavía la tenía flácida para metérmela hasta los huevos, sin sacármela empecé a succionarla al principio despacio, después más fuerte, sentía como iba creciendo dentro de mi boca y como me empezaban a doler las comisuras de los labios. Cuando ya estaba totalmente erecta, empecé a chuparla suavemente, llenándola de saliva, no me la sacaba del todo, porque sino no podría volver a metérmela. Le chupaba el capullo, mientras le pajeaba con la mano, su respiración era cada vez más fuerte, estaba a punto de correrse, así que me la metí entera y empecé a pajearle con los labios muy rápido, sentí como corría su semén desde los huevos hasta el capullo y saltaba hasta mi garganta, cuando la primera gota dio en mi garganta, me corrí, tuve un maravilloso orgasmo, así que para gritar tuve que sacarme la polla de la boca y seguir masturbándole con la mano, mientras me escupía la leche en la boca y la poca que se escapaba a las mejillas ya trataba yo de que no se desperdiciara. Cuando terminó de escupir, se la limpié bien limpiada y me la dejé en la boca, sin saber que hacer, hasta que me dijo:
- “Muy bien daniela, mañana sigues trabajando en esta empresa, pasado mañana ya veremos”
Me dejó en su despacho, totalmente desnuda y rociada de su leche. Me vestí como pude y me fui a casa. Al llegar a mi casa me sentía fatal, no sólo puta, pues eso me he sentido desde pequeña, sino también una persona sin dignidad y sin orgullo. Pero por otro lado, pensaba ”vaya trabajo más cojonudo, encima de pagarme un sueldo, puedo tener un orgasmo como mínimo al día, sin tener que esconderme y con un poco de suerte, lo que más me gusta, una gran corrida de semen para mí solita”.
Así me quedé dormida en el sofá. Al día siguiente, me levanté y fui al baño a asearme un poco, pues todavía tenía toda la leche de mi jefe pegada en el cuerpo. Me desnudé y me metí en la ducha, de mi cabeza no se podía ir la imagen de la gorda polla de mi jefe, escupiéndome semen por todo mi cuerpo. Mi cuerpo empezaba a desprender calor y mi rajita estaba empezando a humedecerse. Apunté el chorro de agua de la ducha a ella, el golpeo del agua caliente sobre mis húmedos labios estaba haciendo efecto, me estaba poniendo muy cachonda. Cada vez arqueaba más mis piernas, pero no podía aguantar más tiempo de pie. Así que me tumbé en la bañera y empecé a enchufarme el agua sobre mis pechos, mis pezones rápidamente se pusieron erguidos, no podía más, mi cuerpo ya estaba recibiendo señales de que pronto me correría, así que acerqué la alcachofa de la ducha a mi coño y empecé a frotarme con ello, cada vez me apretaba más sobre mi ancho agujero, hasta que entró toda. La moví cuatro o cinco veces, mientras con la otra mano me pellizcaba fuerte los pezones, y me llegó el extasis, tuve un gran orgasmo y no podía dejar de gritar: “me corro....me coorrooo..”
Terminé de ducharme, y como tenía que hacer el trabajo al Sr. Fernández, me puse algo muy cómodo, una minifalda y una blusa. Y así me fuí a trabajar. Bastante caliente todavía.
- “ Buenos días Sr. Fernández, ¿empiezo ya?”. Le dije nada más entrar.
- “ Cuando quieras zorra, hoy me he levantado con la polla bien tiesa, mira, mira como la tengo. Así que te vas a enterar. Pero no empieces a masturbarte, te voy a follar sin pre-calentamiento. Vamos levántate esa falda y apóyate en la mesa, de espaldas”.
Sin rechistar, hice lo que me pidió. Se saco el pene por la bragueta de los pantalones y de un solo golpe me la clavó. La sorpresa se la llevó cuando vio que entró en mí humedo chocho sin ninguna dificultad, eso sí me la metió tan adentro que vi la luna y dí un grito que me oyeron todos mis compañeros. Parece que no le sentó muy bien.
- Pero puta, ¿ya te has masturbado?. Pues muy bien, vas a probar este rabo en tu culo”. Me dijo con la polla todavía dentro.
En cuanto oí esas palabras me corrí, pero tenía que disimular un poco.
“ No, eso no señor Fernández, nunca me lo han hecho por ahí”. Le dije, aguantando la risa, porque si el supiese todo lo que han metido en ese agujerito.
- “ Cállate zorra” me dijo.
Y acto seguido, de un sólo viaje me partió el culo. No ví la luna sino las estrellas, fue un dolor impresionante, el cual se fue convirtiendo en placer con los vaivenes de mi jefe. Tuve dos orgasmos en dos minutos, esa polla me estaba haciendo la mujer más feliz del mundo. Al rato de estar bombeando mi culo, sentí que él iba a correrse y eso hizo que me volviese a correr yo, pero este orgasmo fue bestial, no pude aguantar y empecé a gritarle:
- Ah, ah, fóooolleme Sr. Fernández, me está rompiendo el culo, no se corra, no pare, ah, ah..Deme su leche, como ayer, escupámela en mis duros pezones, ah, me corro, me estoy corriendo”
- “ Oh, puta que culo más rico tienes”. Sacó su polla de mi culo y continuó “ me corro, me corro, toma leche, toma leche”.
Me puse de rodillas y empecé a sentir como toda su leche golpeaba en mi garganta, mis labios, mi nariz, mi pelo...no tenía tiempo para tragarme todo, así que empezó a chorrearme por todo el cuerpo, derramandose por mis pechos.... Así fue el resto de mis días durante más de un mes. Unas veces, me rompía el culo, otras veces me follaba de dos o tres posturas distintas, otras me masturbaba yo, otras él. En fín empezaba a cansarse él y a cansarme yo. Pero........un día pasó algo especial......